En todo el mundo, más de 19 millones de personas fueron diagnosticadas con cáncer solo en 2020. Tras un diagnóstico así surgen muchos miedos. Dos enfermos en Alemania cuentan cómo los ayudó la psicooncología.
"Lo peor para mí no fue el diagnóstico en sí, sino que recientemente descubrí que los médicos seguían encontrando células cancerosas en mi cuerpo", dice Kurt Schröder [nombre ficticio]. "Esa no es buena noticia en el caso del cáncer de páncreas. Extirparon el cáncer, solo quedan células residuales... A pesar de todo, por supuesto, preferiría que no quedara nada. Pero soy un optimista empedernido", explica.
Schröder tiene 61 años, siempre había gozado de buena salud. El diagnóstico de cáncer llegó en agosto de 2022 y la primera operación, en octubre. Y luego pasó a radioterapia. Tuvo náuseas, vómitos, y su sentido del gusto se vio afectado. "El pan sabía a papel de lija", recuerda. Desde el principio recurrió a Gudrun Bruns, directora del Centro de Asesoramiento Oncológico de Münster.
Gudrun Bruns acumula décadas de experiencia en el campo de la psicooncología, una especialidad científica que se desarrolló en la década de 1970. "Se ocupa de los cambios psicológicos y sociales que ocurren como resultado del cáncer. Y de la interacción entre el estado físico y psicológico", resume.
Entre el 25 y el 30 por ciento de las personas que reciben un diagnóstico de cáncer desarrollan trastornos psicológicos o deficiencias psicosociales en el curso de la enfermedad. Los profesionales de los centros de asesoramiento se ocupan de toda la problemática asociada al cáncer y brindan también información práctica. En Alemania, por ejemplo, se puede solicitar un reconocimiento como persona discapacitada, algo que muchos no saben. "Por supuesto, es una ayuda psicológica inmediata saber que puedes recudir a diferentes lugares en busca de apoyo", dice Schröder.
Prestar más atención a los aspectos emocionales y psicológicos del cáncer e integrarlos en la terapia son algunos de los objetivos de IPOS, la Sociedad Internacional de Psicooncología. Fundada en 1984, tiene sus sedes en Toronto y Nueva York. Trabaja para garantizar que la psicooncología se convierta en una parte integral de las terapias contra el cáncer en todo el mundo.
Y para promover la investigación. Después de todo, hay más de 19 millones de personas diagnosticadas con cáncer solo en 2020, según la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer, IARC, y se espera que el número vaya en aumento. La IARC estima que el número de muertes por cáncer en todo el mundo casi se duplicará, de 9,96 millones en 2020, a alrededor de 16,3 millones para 2040.
Un diagnóstico de cáncer pone patas arriba la vida propia, pero también la de los seres queridos. "Los familiares a menudo tienen la sensación de que tienen que apoyar a los enfermos cuanto sea posible, perdiendo de vista completamente su propia vida", explica Bruns.
"Pero si alguno satisface sus propios deseos y necesidades, surgen reproches morales y remordimientos, aunque sea solo por ir al cine o dedicar tiempo al ocio", continúa. Eso no ayuda a nadie. "Es absolutamente esencial que los seres queridos encuentren formas de recargar energías".
Schröder lo sabe. Su pareja, Simone Burmann [nombre ficticio], fue diagnosticada en 2010. "Cuando la acompañé entonces, me di cuenta de lo tremendamente agotador que es", recuerda. "Al recibir yo mi diagnóstico, le advertí una y otra vez que no viniera al hospital todos los días. Creo que me visitaba con demasiada frecuencia. En cierto momento, llegó al límite y se derrumbó mentalmente", recuerda.
En su momento, a Burmann le habían diagnosticado cáncer de cuello de útero, contra el que ayuda una vacuna. "Era un tumor de rápido crecimiento y tuve tres cirugías", dice ella. "Me extirparon el útero y parte de la vagina". Desde entonces, esta mujer de 55 años no ha vuelto a tener recaídas. Vivió su propia estancia en el hospital de manera muy diferente a la de su pareja. "Para mí era muy importante tener visitas, apoyo y, simplemente, saber que había alguien ahí".
Todo el espectro de sentimientos aparece tras el diagnóstico en la mayoría de casos. No solo los miedos, la ira y la irritabilidad, sino también el dolor, dice Bruns. "Es la tristeza por la pérdida de la salud de que se gozaba antes de la enfermedad". Antes del diagnóstico, la mayoría da su salud por sobreentendida.
Ahora hay más tratamientos para los distintos tipos de cáncer y muchos tipos son curables. "Pero la asociación entre la enfermedad y la muerte permanece", explica Bruns. Y los temores. Animar a los pacientes con cáncer es una de las tareas más importantes de la psicooncología. "A menudo se trata simplemente de no dejar sola a la gente y de, simplemente, escucharla".
No hay un procedimiento fijo, dice Schröder. "Las conversaciones surgen espontáneamente cada día. Empezaban, por ejemplo, con la Sra. Bruns preguntando: '¿Cómo estás hoy?'. Y entonces empiezas simplemente a hablar".
Fuente: DW